martes, 13 de junio de 2023

 

HISTORIA DE LA SUERTE DE VARAS

(1ª parte)

En la Maestranza de Sevilla de 1832, mientras las mulillas arrastran a un toro, en el ruedo hay tres picadores y un jaco muerto, al que un par de mozos recolocan para que sea arrastrado al desolladero.

 

NACE LA SUERTE DE VARAS. –

 Francisco Romero, hipotético inventor de la muleta y primer estoqueador a pie, y el resto de los primitivos espadas, entre los que destacaron su hijo Juan de Dios Romero, los hermanos Félix, Juan, Pedro y Manuel Palomo, sevillanos al igual que Manuel Bellón “El Africano”, o los norteños José Leguregui “El pamplonés” y el famoso vasco Martín Barcaíztegui “Martincho”, constituyen el nexo de unión y de transición desde el toreo caballeresco, que predominó en la baja edad media y toda la edad moderna, hacia él, entonces, recién creado e incipiente toreo a pie.

Es, precisamente, el toreo caballeresco a la jineta, el precursor del tercio de varas, origen y razón por la que, los picadores, como herederos de los caballeros alanceadores, lleven la chaquetilla bordada en oro, por corresponder a su papel protagonista que, originariamente, compartía de igual a igual con el diestro a pie que banderilleaba y mataba a la res, auxiliados ambos por los que eran meros “subalternos”, que vestían de plata.

La vieja plaza de Madrid de la Puerta de Alcalá (1749-1874). En primer término, un varilarguero y un matador de toros, ambos de igual tamaño y posición, muestra de su similar importancia.

 

Para la práctica del toreo a pie, cuyo acto fundamental, además de parchear y poner banderillas, era entrar a matar con la espada, se precisaba ahormar al toro o sea, rebajar su “engallamiento” o altura de cabeza, y atemperar su embestida o sea, aminorar su fiereza natural, y eso lo conseguía el picador hiriendo con la punta de la garrocha en el morrillo o pelota de la res.

Dice José Sánchez Neira en El Toreo, su Gran Diccionario Tauromáquico que: “al rejoncillo, usado por los caballeros después de la lanza, sucedió la vara de detener, o sea la garrocha, que para el acoso y encierro de reses en plazas usaba la gente del campo”.

Alanceador de la Tauromaquia de Goya y caballero con la vara de detener, del siglo XVIII.

 

Y esa garrocha o vara de detener, en manos del picador, hace que éste pase a ser el protagonista del primer tercio de la moderna lidia, aunque, lógicamente, desde su inicio en el último tercio del siglo XVIII, su forma de actuar era muy diferente a la de hoy día porque, como todo el toreo, ha evolucionado, en unos casos para convertirse en arte y en otros, por desgracia, para perder lo que de arte tenían.

La suerte de varas se comenzó a regular, como primer tercio de la lidia, a finales del siglo XVIII, siendo a partir del año 1775 cuando empezó a adquirir entidad propia, coincidiendo con la reglamentación y profesionalización de las modernas corridas de toros de a pie, que se establecen a raíz de la llegada a los ruedos taurinos de los matadores que adquieren renombre de postín, cuyo primer exponente fue “Costillares”, y culminó en competencia con la pareja formada por Pedro Romero y “Pepe-Hillo(Ver nota 1).

 

LA IMPORTANCIA DE LA SUERTE DE VARAS. –

Pepe Hillo”, en su “Tauromaquia o Arte de torear”, editada en la imprenta de Ximénez Carreño de Cádiz, en 1796, fue el primero en resaltar, por escrito, la importancia de los picadores en la lidia: “La suerte de picar de frente a caballo es la más arriesgada que se ejecuta”.

Con esta frase, además de ponderar la valentía de los picadores, reconocía implícitamente el conocimiento de terrenos que debían de tener para enfrentar los desprotegidos pechos de su caballo, a un toro recién salido al ruedo, ya que el primer picador en suerte, esperaba a la res de salida en los terrenos próximos a la puerta del toril y, el desarrollo de su misión, era mucho más dilatado en tiempo que los breves simulacros en el que hoy en día se ha convertido el primer tercio de la lidia.

Izquierda: en Madrid, plaza de la Puerta de Alcalá, a mediados del siglo XIX. Derecha: picando en el tercio a principios del XX.

 

El del castoreño, con su cabalgadura sin protección, realizaba la suerte de varas al encuentro, a veces a caballo levantado, otras enfrentado en rectitud, cara a cara, o atravesado, y siempre en el terreno más propicio, en función de las condiciones del toro. Lo normal, en aquellos tiempos, era que el encuentro se llevara a efecto en los medios, o en las proximidades del centro de la plaza, siendo también admisible que la reunión se hiciera a mitad de camino entre las tablas y el centro, o sea en los tercios y, en función de las condiciones del toro, también se podía picar con el caballo pegado a tablas o, a la inversa, con el toro cerrado hacia la barrera. Siendo fundamental y sabido por todos los picadores de la época, sacar al toro de sus querencias, sobre todo a los más fuertes y peligrosos, para evitar qué, al encontrarse en los terrenos más cómodos para ellos, se crecieran en la pelea y resultara difícil ahormarlos para el resto de la lidia (Ver nota 2).

Fotos de otros tiempos: Picando sin peto y en los medios… cuando el caballo y el picador estaban desprotegidos.

 

Es evidente que, en los inicios y durante muchos años, las circunferencias concéntricas o “rayas de picar” no existían. Se inventaron mucho más tarde, con la finalidad de proteger al caballo y al picador, dándole la ventaja de estar al abrigo de las tablas y no en el terreno abierto del tercio o los medios. O sea que, originariamente, las “rayas de picar” tenían por objeto una finalidad muy diferente a la que, hoy día, suele malinterpretar el público en general (Ver nota 3).

 

N O T A S. -

 

NOTA 1.- José Delgado Guerra “Pepe Hillo” nació en Sevilla en 1754. Con 15 años formaba parte de la cuadrilla del rondeño Juan de Dios Romero, en 1770 iba a las órdenes del sevillano Damián Gallo, en 1771 era subalterno de José Cándido Expósito y en 1774 de Joaquín Rodríguez “Costillares”, pasando en 1775 a ser primer espada y jefe de cuadrilla. Compitió con el propio “Costillares”, que era cinco años mayor que él, y, sobre todo, con Pedro Romero el de Ronda, que tenía su misma edad. Al retirarse este último en 1799, dejó a “Pepe Hillo” como el líder absoluto del toreo a pie, liderazgo que le duró muy poco tiempo, pues el 1 de mayo de 1801, el toro “Barbudo” del ganadero de Peñaranda de Bracamonte, Don José Gabriel Rodríguez, lo mató de una cornada en el pecho en la plaza de toros de la puerta de Alcalá de Madrid.

NOTA 2.- Hoy día se tiene la idea de que la suerte de varas sirve para restar fuerzas al animal y, al mismo tiempo, medir la bravura del mismo. Sin embargo, el cometido que el picador tenía, en su origen, como verdadero objetivo, era ahormar al toro para que, en los otros dos tercios de la lidia, o sea el de banderillearlo y el de darle muerte, se pudieran realizar con más facilidad y mejores resultados. Y ahormar no es lo mismo que restar fuerzas. Ahormar es castigar la zona que le hace mantener al toro la cabeza alta y, en consecuencia, que la baje y permita banderillearlo y entrarlo a matar más fácilmente. Por el contrario, restarle fuerzas es hacer oposiciones a que el toro ruede por los suelos y le cueste trabajo mantenerse de pie. Por otro lado, la bravura o mansedumbre se prueba tanto en el caballo como en otros lances y momentos de la lidia. Y, desde luego, el hecho de que un toro vaya raudo y de lejos la primera vez que acude al caballo, no significa nada, porque no sabe que allí lo van a castigar. Sí se podría apreciar si el toro entrara al caballo, no ya una o dos veces como ahora, sino hasta diez o doce veces como antiguamente, y lo hiciera con prontitud y desde la distancia, entonces si demostraría su bravura.

NOTA 3.- La primera “raya de picar”, que queda más próxima a la barrera, se empleó por vez primera en la corrida de la Feria del Pilar de Zaragoza del día 16 de octubre de 1908, en la que se lidiaron reses de Pablo Romero, cuando aún no existía la protección del peto. La idea era obligar a que se picara en la cercanía a las tablas, evitando la desprotección que, para caballo y picador, suponía salir a hacerlo en el tercio o en los medios. Dicha “raya de picar” se estableció como obligatoria en todas las plazas a partir de la temporada de 1917. En el Reglamento Taurino de 12 de julio de 1930 se establece en su artículo 40 que “la circunferencia concéntrica con la barrera tendrá un radio equivalente a las dos terceras partes del de la circunferencia del ruedo y no podrá rebasarse por los picadores”. La segunda “raya de picar”, o sea la más alejada de la barrera, se empezó a pintar años más tarde, cuando ya existía la protección del peto, a instancias de Domingo Ortega, que la recomendó para evitar que se pudiera meter al toro debajo del caballo a base de capotazos, pero no fue obligatoria hasta la temporada de 1959, y se reguló por primera vez en el Reglamento Taurino de 1961 diciendo que la primera raya debía situarse a siete metros de la barrera y la segunda a nueve. En el reglamento de 1992 se aumentó la distancia de la segunda raya hasta los diez metros. En el vigente Reglamento de 1996 modificado en 2001, se establece en su artículo 72, puntos 2, 3 y 5 que “el picador obligará a la res por derecho sin rebasar el círculo más próximo a la barrera…, la res deberá ser puesta en suerte sin rebasar el círculo más alejado de la barrera… y si la res no acudiera al caballo después de fijarla por tres veces, se pondrá en suerte sin tener en cuenta el señalado círculo”.

FIN DE LA PRIMERA PARTE

(CONTINUARÁ)

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