martes, 27 de junio de 2023

 

HISTORIA DE LA SUERTE DE VARAS

(2ª PARTE)

(CONTINUACIÓN)

 

EVOLUCIÓN POSTERIOR DE LA SUERTE DE VARAS. –

Cuando Francisco Montes “Paquiro” dictó, en el año 1836, su tauromaquia, que tituló como “El Arte de Torear”, quiso resaltar y ponderar el primer tercio o suerte de varas de tal manera que le dedicó, íntegramente, la segunda parte de su obra que la roturó como “Arte de torear a caballo”. En ella describe desde las cualidades de los toreros de a caballo él no dice picadores sino “toreros de a caballo, que deben tener “valor, un físico doble y robusto, un perfecto conocimiento del arte y ser jinete consumado”, y establece hasta cinco formas de ejecutar la suerte: “al toro levantado”; “en su rectitud”; “al toro atravesado”; “a caballo levantado”; y “del Sr. Zaonero(Ver nota 4) y, además de explicar cómo se realiza cada forma, dice la utilidad de su empleo en función de las condiciones del toro.

Paquiro” viene a decir que el primer tercio es, en casi igualdad de condiciones, tan importante como como el último tercio. Hay que tener en cuenta que, desde los años setenta del siglo XVIII, en que se consolida el toreo a pie en detrimento del caballeresco a la jineta, hasta que, 60 años más tarde, Francisco Montes escribe o dicta su tauromaquia, la forma en que el picador ejerce su fundamental misión, prácticamente no varió.

Rafael Guerra “Guerrita” en su Tauromaquia, que vio la luz en 1896-97, o sea a 100 años de distancia temporal de la de “Pepe-Hillo” y 60 de la de “Paquiro”, sigue manteniendo los mismos postulados que aquellos respecto al arte de picar, aunque hace una descripción más amplia y detallada. Sin embargo, difiere sensiblemente con “Pepe-Hillo” en el concepto del toreo a pie. Para éste la ligazón en los pases de muleta era una muestra de “poca técnica y mucho miedo” y, por el contrario, para “Guerrita” que se adelanta a su tiempo y adivina lo que aportaría Antonio Montes Vico y perfeccionaría Joselito “El Gallo, el concepto fundamental del toreo es la ligazón, asegurando que mientras más destreza y valor tenga un torero, con más facilidad ligará los pases.

José Delgado “Pepe-Hillo”, Francisco Montes “Paquiro” y Rafael Guerra “Guerrita”, los tres toreros que dejaron por escrito sus respectivas tauromaquias.

 

Y si, desde 1775 hasta 1896, el primer tercio no ha tenido variaciones…, ¿en qué momento se inicia la evolución de la suerte de varas? Evidentemente, cuando aparece el peto, que hace bajar el riesgo hasta límites impensables, tanto para el jamelgo como para el picador.

Aunque en 1877 existió un incipiente y fracasado intento de tapar las partes más expuestas de los caballos para evitarles tantas heridas y muertes, fue en Alicante, el 19 de marzo de 1917, cuando se ensayó por vez primera, ante una novillada de Aleas, una especie de “paragolpes” o cobertor al que llamaron “peto de libro” porque llevaba unos pliegues en forma de hojas, ideado por el matador de toros sevillano Enrique Vargas González “Minuto”, pero la idea no dio buen resultado y no prosperó. Igualmente, tampoco tuvo éxito otro ensayo que se realizó, a puerta cerrada, en la vieja plaza de Madrid en la Carretera de Aragón, el 18 de octubre de ese mismo año de 1917. En aquella ocasión “Agujetillas” y Salvador Almela, picaron un toro de Pérez Tabernero que finiquitó el matador bilbaíno Rufino San Vicente “Chiquito de Begoña”.

“La Nación” del 19 de octubre de 1917, informa de la prueba en Madrid de “una armadura protectora para caballos”. A la derecha el primer modelo de peto de uso obligatorio que dejaba al aire los cuartos traseros del caballo.

 

Después de esos intentos, el hecho determinante que impulsó la creación del peto fueron las quejas que recibió el entonces jefe del Gobierno, el General Miguel Primo de Rivera, en una corrida en Toledo el 10 de marzo de 1926, a la que asistió y fue testigo de las protestas del respetable ante tanto jamelgo destripado y muerto en la arena, que le hicieron tomar conciencia de que era urgente estudiar la manera de evitar tal “sangría” (Ver nota 5).

A la salida de la plaza, el General Primo de Rivera pasó una nota a la prensa comprometiéndose a modificar la suerte de varas para convertirla en “algo similar al rejoneo” … pero, después de madurar tal idea, cambió de criterio y el 12 de mayo, o sea dos días más tarde, publicó en la Gaceta de Madrid una Real Orden creando una comisión que debía estudiar el tema. Formaron la misma un representante por cada uno de los siguientes estamentos: Sociedad de Ganaderos; empresarios taurinos; matadores de toros; picadores; Asociación de la Prensa; y Sociedad Protectora de Animales. Se reunieron el 10 de junio de 1926 en la Dirección General de Seguridad, y decidieron que la mejor solución eran los faldones o petos protectores, acordando abrir un concurso de ideas sobre los mismos, al que pusieron fecha límite del 31 de enero de 1927. La disposición referente a tal concurso de publicó en la Gaceta de Madrid del día 30 de noviembre de 1926.

Se realizó una primera prueba de los petos presentados a concurso el día 9 de enero de 1927 en una novillada de Aleas en Murcia, y el caballo que estrenó el primer peto fue muerto en el primer envite. El 6 de marzo de ese mismo año, se celebró una segunda prueba en Madrid, con novillos de Moreno Santamaría. El ejemplar que abrió plaza, mató al caballo que llevaba el peto modelo nº 2 y, en total, fueron seis los caballos que murieron aquella tarde probando los diferentes modelos de peto propuestos.

Pasó el año 1927 y aún no se había determinado la obligatoriedad de uso del peto. Pero ocurrió que, en una corrida celebrada en Aranjuez a principio de 1928, a la que asistió, en asientos de barrera, Primo de Rivera y una distinguida dama francesa, uno de los toros, al recibir una vara, romaneó y campaneó al caballo con tal virulencia que las tripas, y lo que estas contenían, salpicaron a tan ilustres espectadores. Al día siguiente, la orden al ministro de la Gobernación fue tan tajante que, el día 8 de abril de 1928 se publicó un decreto en la Gaceta de Madrid, estableciendo a partir de dicho día, el uso obligatorio del peto en las plazas de primera categoría y, desde junio de ese mismo año, en todas las plazas de España.

El peto inicial cubría el pecho del caballo en forma de armadura con faldón, pero pronto fue ganado en extensión hasta cubrir la parte trasera del animal. Durante la década de los años treinta y cuarenta, sufrió varias modificaciones arbitrarias que no se recogieron en los reglamentos taurinos, todas ellas aumentando las dimensiones en todos los sentidos, dando una mayor protección para los caballos, directamente proporcional a la impunidad con la que los picadores se empezaron a ensañar con los toros (Ver nota 6).

Desde entonces, la Fiesta Nacional entró en un declive de pureza en lo referente a preservación de la integridad de fortaleza de los toros y a una pérdida progresiva de lo que significaba el arte de picar. Aquel empeño de Primo de Rivera eliminó crueldad y muerte para los caballos, pero dio paso a que la suerte de varas se fuera convirtiendo en una masacre para los toros y, sobre todo, en una labor burda por parte de los picadores que, poco a poco, fueron olvidándose de cómo se debía picar, que parte de la anatomía del toro había que castigar y para qué servía lo que hacían. Y el público en general, con honrosas excepciones, fue perdiendo, en la misma proporción, el conocimiento de lo que es la suerte de varas y la importancia que tiene.

Coincidiendo en fechas, dejó de existir la presencia de los varilargueros en el ruedo desde antes de que el toro saliera de chiqueros, como era tradicional desde que comenzó el toreo a pie, para picarlo sin que previamente hubiera recibido ningún capotazo. Desde que tal modificación se impuso, los picadores tienen que esperar en la puerta del patio de caballos hasta que el matador y los subalternos corran y fijen al toro, siendo el presidente de la corrida quien ordena, con su pañuelo blanco, el toque de clarines y timbales que autoriza la salida al ruedo de los varilargueros. Esta nueva norma se estrenó en una novillada que se celebró en la plaza de toros de la Carretera de Aragón de Madrid el día 3 de abril de 1927 y, en la práctica, supuso la perdida de la unidad temporal del “primer tercio”, ya que el primer toque dejó de marca el comienzo del mismo, señalando tan sólo la salida del toro para que sea corrido, fijado e incluso toreado con el capote de forma artística por el matador de turno, y hasta que no suena el segundo toque, que es en realidad el de cambio de tercio, no salen al ruedo los protagonistas del primer tercio, dando lugar a que la lidia dejase de estar divida en los tres tercios originarios. 

 

N O T A S. -

 

NOTA 4.- La suerte del “Señor Zaonero” era conocida también como la “verónica del picador”. Se realizaba como tal lance de capote, citando en las afueras, con el toro en los adentros y a cierta distancia, y al llegar a la jurisdicción del piquero, en el momento en que el animal bajaba la cabeza para derrotar, se le ponía la puya, mientras cruzaban sus caminos y cambiaban los terrenos, saliendo el toro hacia los medios y el caballo hacia las tablas. Era una forma de picar de mucho riesgo, por lo que pronto cayo en desuso. El nombre de “Señor Zaonero” (o Zahonero como es correcto escribirlo), proviene de que así llamaban a esta forma de hacer la suerte, los miembros de la cuadrilla de “Paquiro”. Se supone, y es posible, que así se apellidara el varilarguero que la uso por vez primera.

NOTA 5.- La muerte de caballos en el ruedo era algo tan habitual y masivo, que en los reglamentos taurinos se recogía el número de jamelgos que obligadamente tenía que haber disponibles, dependiendo de la categoría de la plaza, llegando hasta una dotación de 36 caballos por corrida. Como simple ejemplo: El toro “Catalán” de Miura, lidiado en Madrid el 5 de octubre de 1902, mató cinco caballos; “Dormido”, también de Miura, corrido en Barcelona el 22 de mayo de 1904, mató seis equinos; o “Dinamito II” de Manuel Albarrán, que se lidió en Badajoz el 15 de agosto de 1907, mató otros seis caballos. Era tal el número de animales que morían en los ruedos que, obligadamente, en las plazas existían dos tiros de mulillas, uno para arrastrar los toros y otro para retirar los cadáveres de los jamelgos, siendo esta la razón de que en algunas plazas de toros se siga manteniendo un doble juego de mulillas, aunque ya no por necesidad sino por mera tradición.    

NOTA 6.- El artículo 65 del vigente Reglamento Taurino Nacional, establece que el peto debe estar hecho de material ligero pero resistente, sin que sobrepase los 30 Kg. de peso (los reglamentos vasco y andaluz rebajan a 25 Kg. más un margen del 15%), que cubra las partes expuestas del caballo, con dos faldones largos en la parte delantera y trasera, y un faldoncillo en la parte derecha, y se podrán utilizar manguitos protectores (sin especificar peso, aunque en los reglamentos andaluz y vasco lo cifran en un máximo de 15 Kg.).


FIN DE LA SEGUNDA PARTE

(CONTINUARÁ)





martes, 13 de junio de 2023

 

HISTORIA DE LA SUERTE DE VARAS

(1ª parte)

En la Maestranza de Sevilla de 1832, mientras las mulillas arrastran a un toro, en el ruedo hay tres picadores y un jaco muerto, al que un par de mozos recolocan para que sea arrastrado al desolladero.

 

NACE LA SUERTE DE VARAS. –

 Francisco Romero, hipotético inventor de la muleta y primer estoqueador a pie, y el resto de los primitivos espadas, entre los que destacaron su hijo Juan de Dios Romero, los hermanos Félix, Juan, Pedro y Manuel Palomo, sevillanos al igual que Manuel Bellón “El Africano”, o los norteños José Leguregui “El pamplonés” y el famoso vasco Martín Barcaíztegui “Martincho”, constituyen el nexo de unión y de transición desde el toreo caballeresco, que predominó en la baja edad media y toda la edad moderna, hacia él, entonces, recién creado e incipiente toreo a pie.

Es, precisamente, el toreo caballeresco a la jineta, el precursor del tercio de varas, origen y razón por la que, los picadores, como herederos de los caballeros alanceadores, lleven la chaquetilla bordada en oro, por corresponder a su papel protagonista que, originariamente, compartía de igual a igual con el diestro a pie que banderilleaba y mataba a la res, auxiliados ambos por los que eran meros “subalternos”, que vestían de plata.

La vieja plaza de Madrid de la Puerta de Alcalá (1749-1874). En primer término, un varilarguero y un matador de toros, ambos de igual tamaño y posición, muestra de su similar importancia.

 

Para la práctica del toreo a pie, cuyo acto fundamental, además de parchear y poner banderillas, era entrar a matar con la espada, se precisaba ahormar al toro o sea, rebajar su “engallamiento” o altura de cabeza, y atemperar su embestida o sea, aminorar su fiereza natural, y eso lo conseguía el picador hiriendo con la punta de la garrocha en el morrillo o pelota de la res.

Dice José Sánchez Neira en El Toreo, su Gran Diccionario Tauromáquico que: “al rejoncillo, usado por los caballeros después de la lanza, sucedió la vara de detener, o sea la garrocha, que para el acoso y encierro de reses en plazas usaba la gente del campo”.

Alanceador de la Tauromaquia de Goya y caballero con la vara de detener, del siglo XVIII.

 

Y esa garrocha o vara de detener, en manos del picador, hace que éste pase a ser el protagonista del primer tercio de la moderna lidia, aunque, lógicamente, desde su inicio en el último tercio del siglo XVIII, su forma de actuar era muy diferente a la de hoy día porque, como todo el toreo, ha evolucionado, en unos casos para convertirse en arte y en otros, por desgracia, para perder lo que de arte tenían.

La suerte de varas se comenzó a regular, como primer tercio de la lidia, a finales del siglo XVIII, siendo a partir del año 1775 cuando empezó a adquirir entidad propia, coincidiendo con la reglamentación y profesionalización de las modernas corridas de toros de a pie, que se establecen a raíz de la llegada a los ruedos taurinos de los matadores que adquieren renombre de postín, cuyo primer exponente fue “Costillares”, y culminó en competencia con la pareja formada por Pedro Romero y “Pepe-Hillo(Ver nota 1).

 

LA IMPORTANCIA DE LA SUERTE DE VARAS. –

Pepe Hillo”, en su “Tauromaquia o Arte de torear”, editada en la imprenta de Ximénez Carreño de Cádiz, en 1796, fue el primero en resaltar, por escrito, la importancia de los picadores en la lidia: “La suerte de picar de frente a caballo es la más arriesgada que se ejecuta”.

Con esta frase, además de ponderar la valentía de los picadores, reconocía implícitamente el conocimiento de terrenos que debían de tener para enfrentar los desprotegidos pechos de su caballo, a un toro recién salido al ruedo, ya que el primer picador en suerte, esperaba a la res de salida en los terrenos próximos a la puerta del toril y, el desarrollo de su misión, era mucho más dilatado en tiempo que los breves simulacros en el que hoy en día se ha convertido el primer tercio de la lidia.

Izquierda: en Madrid, plaza de la Puerta de Alcalá, a mediados del siglo XIX. Derecha: picando en el tercio a principios del XX.

 

El del castoreño, con su cabalgadura sin protección, realizaba la suerte de varas al encuentro, a veces a caballo levantado, otras enfrentado en rectitud, cara a cara, o atravesado, y siempre en el terreno más propicio, en función de las condiciones del toro. Lo normal, en aquellos tiempos, era que el encuentro se llevara a efecto en los medios, o en las proximidades del centro de la plaza, siendo también admisible que la reunión se hiciera a mitad de camino entre las tablas y el centro, o sea en los tercios y, en función de las condiciones del toro, también se podía picar con el caballo pegado a tablas o, a la inversa, con el toro cerrado hacia la barrera. Siendo fundamental y sabido por todos los picadores de la época, sacar al toro de sus querencias, sobre todo a los más fuertes y peligrosos, para evitar qué, al encontrarse en los terrenos más cómodos para ellos, se crecieran en la pelea y resultara difícil ahormarlos para el resto de la lidia (Ver nota 2).

Fotos de otros tiempos: Picando sin peto y en los medios… cuando el caballo y el picador estaban desprotegidos.

 

Es evidente que, en los inicios y durante muchos años, las circunferencias concéntricas o “rayas de picar” no existían. Se inventaron mucho más tarde, con la finalidad de proteger al caballo y al picador, dándole la ventaja de estar al abrigo de las tablas y no en el terreno abierto del tercio o los medios. O sea que, originariamente, las “rayas de picar” tenían por objeto una finalidad muy diferente a la que, hoy día, suele malinterpretar el público en general (Ver nota 3).

 

N O T A S. -

 

NOTA 1.- José Delgado Guerra “Pepe Hillo” nació en Sevilla en 1754. Con 15 años formaba parte de la cuadrilla del rondeño Juan de Dios Romero, en 1770 iba a las órdenes del sevillano Damián Gallo, en 1771 era subalterno de José Cándido Expósito y en 1774 de Joaquín Rodríguez “Costillares”, pasando en 1775 a ser primer espada y jefe de cuadrilla. Compitió con el propio “Costillares”, que era cinco años mayor que él, y, sobre todo, con Pedro Romero el de Ronda, que tenía su misma edad. Al retirarse este último en 1799, dejó a “Pepe Hillo” como el líder absoluto del toreo a pie, liderazgo que le duró muy poco tiempo, pues el 1 de mayo de 1801, el toro “Barbudo” del ganadero de Peñaranda de Bracamonte, Don José Gabriel Rodríguez, lo mató de una cornada en el pecho en la plaza de toros de la puerta de Alcalá de Madrid.

NOTA 2.- Hoy día se tiene la idea de que la suerte de varas sirve para restar fuerzas al animal y, al mismo tiempo, medir la bravura del mismo. Sin embargo, el cometido que el picador tenía, en su origen, como verdadero objetivo, era ahormar al toro para que, en los otros dos tercios de la lidia, o sea el de banderillearlo y el de darle muerte, se pudieran realizar con más facilidad y mejores resultados. Y ahormar no es lo mismo que restar fuerzas. Ahormar es castigar la zona que le hace mantener al toro la cabeza alta y, en consecuencia, que la baje y permita banderillearlo y entrarlo a matar más fácilmente. Por el contrario, restarle fuerzas es hacer oposiciones a que el toro ruede por los suelos y le cueste trabajo mantenerse de pie. Por otro lado, la bravura o mansedumbre se prueba tanto en el caballo como en otros lances y momentos de la lidia. Y, desde luego, el hecho de que un toro vaya raudo y de lejos la primera vez que acude al caballo, no significa nada, porque no sabe que allí lo van a castigar. Sí se podría apreciar si el toro entrara al caballo, no ya una o dos veces como ahora, sino hasta diez o doce veces como antiguamente, y lo hiciera con prontitud y desde la distancia, entonces si demostraría su bravura.

NOTA 3.- La primera “raya de picar”, que queda más próxima a la barrera, se empleó por vez primera en la corrida de la Feria del Pilar de Zaragoza del día 16 de octubre de 1908, en la que se lidiaron reses de Pablo Romero, cuando aún no existía la protección del peto. La idea era obligar a que se picara en la cercanía a las tablas, evitando la desprotección que, para caballo y picador, suponía salir a hacerlo en el tercio o en los medios. Dicha “raya de picar” se estableció como obligatoria en todas las plazas a partir de la temporada de 1917. En el Reglamento Taurino de 12 de julio de 1930 se establece en su artículo 40 que “la circunferencia concéntrica con la barrera tendrá un radio equivalente a las dos terceras partes del de la circunferencia del ruedo y no podrá rebasarse por los picadores”. La segunda “raya de picar”, o sea la más alejada de la barrera, se empezó a pintar años más tarde, cuando ya existía la protección del peto, a instancias de Domingo Ortega, que la recomendó para evitar que se pudiera meter al toro debajo del caballo a base de capotazos, pero no fue obligatoria hasta la temporada de 1959, y se reguló por primera vez en el Reglamento Taurino de 1961 diciendo que la primera raya debía situarse a siete metros de la barrera y la segunda a nueve. En el reglamento de 1992 se aumentó la distancia de la segunda raya hasta los diez metros. En el vigente Reglamento de 1996 modificado en 2001, se establece en su artículo 72, puntos 2, 3 y 5 que “el picador obligará a la res por derecho sin rebasar el círculo más próximo a la barrera…, la res deberá ser puesta en suerte sin rebasar el círculo más alejado de la barrera… y si la res no acudiera al caballo después de fijarla por tres veces, se pondrá en suerte sin tener en cuenta el señalado círculo”.

FIN DE LA PRIMERA PARTE

(CONTINUARÁ)










 

 

COCIDO TAURINO CON EL MATADOR DE TOROS JUAN DE CASTILLA.

 

El pasado viernes nos reunimos un grupo de aficionados, como viene siendo habitual, en el restaurante Casa Miguelin y dimos cuenta de un suculento cocido. A los postres tuvimos una interesante tertulia con el matador de toros colombiano JUAN DE CASTILLA, el cual nos relató su vida taurina empezando en su país natal, siendo hijo de una familia humilde, se decantó por ser un torero para después de un tiempo y con la ayuda del escultor Fernando Botero, llegar a España y más concretamente a Fuentelencina, donde en el CITAR (centro internacional taurino de alto rendimiento) se formaría como persona y como torero. Su intención y por lo que está luchando, es confirmar la alternativa en Madrid.

La tertulia estuvo muy entretenida y muy didáctica, sobre todo cuando nos hablaba de torear al hilo y torear cruzado. Igualmente salió a relucir la plaza de Madrid y concretamente el tendido del 7, lo cual propició diversas intervenciones de los asistentes tanto a favor como en contra de la actuación de parte de dicho tendido.

Juan es una persona humilde, pero a la vez muy locuaz, dando mucho “juego” en nuestra reunión.

Le deseamos mucha suerte e incluso sería bueno que la plaza de Guadalajara, tuviera en cuenta a este torero que, aun siendo colombiano de nacimiento, se siente uno más en nuestra tierra alcarreña y pasea el nombre de Guadalajara por donde va.

 

Ahora en el verano descansamos y empezaremos una nueva temporada (la 34) el próximo 1 de setiembre de 2023.

 

Manuel López.